19.10.04

 

Respuesta a Daniel Heymann

Andrés Asiain
Docente de las materias "Crecimiento Económico" y "Dinero, Crédito y Bancos" en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.

El número anterior de Plan [h] incluyó un diálogo con el Profesor Heymann en el que se trataron diversos temas de actualidad para los estudiantes, docentes y graduados de nuestra facultad. La nota gira en torno a la forma en que se encuentra organizada la currícula de la carrera de economía; la forma que se desarrolló la última gran crisis económica; y el pago de la deuda externa. A través del espacio cedido por esta revista nos permitiremos contrastar nuestras opiniones con la suya. La finalidad no es la polémica inútil, sino el intercambio de opiniones a fin de mejorar la excelencia académica del claustro y la calidad de nuestra profesión.


El contenido curricular de la carrera de economía

Daniel Heymann se encuentra conforme con la currícula actual de la carrera, que reconoce como neoclásica. La explicación que se trasluce en las respuestas parciales es su interpretación del por qué de la existencia de las diferentes corrientes y su acceso al mainstream. Desde esta perspectiva, cada corriente de pensamiento ha ocupado el lugar que ocupó en su contexto histórico según la capacidad que tuviera de dar respuesta a los problemas centrales de su época. Así, la doctrina neoclásica sería la más apta para la resolución de los grandes problemas de la actualidad y por ello ocuparía el lugar privilegiado; de modo que la discusión entre distintas corrientes sería un anacronismo que nos desvía de la solución de los problemas actuales en economía y nos pierde en el mundo de las disputas doctrinarias.

Este particular punto de vista sobre el acceso de las diferentes escuelas al "mainstream" tiene una gran ventaja para quien lo proclama: ser oficialista indiferentemente de quien ocupe el trono, ya que el trono de por sí otorga a quien lo ocupe la verdad. Y aún haciendo abstracción de esto, cabe preguntarse cuáles son para el profesor Heymann los grandes problemas a resolver por la ciencia económica en la actualidad que tan bien aborda la doctrina neoclásica.

Estos grandes problemas no parecen ser los que afectan a los argentinos, ya que nos confiesa que luego de haber estudiado y ejercido tanto tiempo la profesión de economista sigue sin entender la economía argentina. Esto no le parece un problema ni de la carrera ni de él mismo, mucho menos de la teoría neoclásica, el problema parece ser de la economía argentina.

Pero, ¿cuáles son entonces los grandes problemas que aborda la teoría neoclásica? Serán los de las naciones más desarrolladas. Será que ellas también por ser hoy día las que ocupan el trono tienen el derecho exclusivo a la verdad y la ciencia.

No es de extrañar que si la currícula de nuestra carrera no es más que un intento de copia de las universidades norteamericanas, nuestros egresados vean como extranjera e incomprensible nuestra realidad y tengan como meta profesional el desempeño fuera del país. Tampoco es de extrañar que con esa incomprensión de su propio entorno sean aún más nocivos cuando no logran cumplir su meta y deben quedarse en la Argentina.

La crisis Argentina y su superación

El profesor Heymann no aborda de lleno el tema, por lo que nuestros comentarios se reducirán a su particular visión sobre las formas de superación de la crisis, articuladas alrededor de la retracción del consumo, el superávit primario y la política de restricción monetaria, que habrían evitado la hiperinflación. Habría ayudado también el fuerte superávit comercial a estabilizar el tipo de cambio y, por último, la redistribución del ingreso hacia los exportadores habría permitido la reactivación de la demanda tras la estabilización de la paridad cambiaria.

Son destacables las medidas que alaba para controlar un posible brote hiperinflacionario, que no son más que la caída de la demanda para forzar la caída del producto y el superávit fiscal (por la reducción del gasto real). Cabe preguntarse si en el afán de prevenir un incendio, de tanto manguerear no corremos el riesgo de morir ahogados (el consumo a precios de 1993 se redujo un 16% en el 2002 respecto a los reducidos niveles del 2001, el PBI lo hizo un 13%, la población pobre creció un 18% y la indigente un 14%, el desempleo aumentó 5 puntos)2.

Más allá de la forma en que son ordenadas las distintas medidas que llevaron a la superación de la crisis, éstas no reflejan más que lo que en los hechos ha sido la política aplicada en la Argentina. Como la crisis de la convertibilidad es en esencia una crisis de balanza de pagos, se la supera mediante una crisis de la producción que logre restablecer un tipo de cambio estable mediante la reducción de las importaciones (en colaboración con la cesación de pagos de intereses por la deuda externa y otras medidas que redujeron la salida de divisas). Además la inflación fue relativamente baja porque se mantuvieron los salarios y el gasto nominal fijo frente al deterioro en términos reales causado por una devaluación que introducía un nuevo esquema de precios relativos elevando el índice general de precios. Pero de ello se deduce que el perjuicio inmenso de los grupos de menores ingresos no ha sido una consecuencia inevitable de la crisis como se desprende del planteo del profesor Heymann, sino de la particular solución que se le dio.

Respuesta a Daniel Heymann

El profesor Heymann propone pagar la deuda mediante dos argumentos. El primero es ya harto conocido por todo nosotros pues fue repetido incansablemente por los diversos defensores del régimen de la convertibilidad: "si no pagamos generamos incertidumbre y no hay inversión".

Este argumento se basa en la ya vieja concepción colonial del capital que denunciara en su tiempo Scalabrini Ortiz. Para ella la única inversión es la extranjera, y ese es el único capital válido. Si repasamos un poco los índices de la Argentina a través de su historia podemos ver la falsedad de dicha teoría. Los niveles de inversión en relación al producto bruto interno han sido menores durante la etapa en que éramos confiables y atraíamos a los inversores (el promedio para el período 1991-2001 es del 18%) que en aquellas en que los espantábamos (el promedio para el período 1946-1955 es del 21% y del 22% entre 1973 y 1975)3.

El segundo argumento es "ponerse una cuota factible y pagar todos los meses para que te dejen en tranquilo. No fijarse más en el riesgo país, no salir a pedir prestado afuera, y pagar igualmente. Tener la plata reservada, y tomártelo como que estás pagando la cuota a este club internacional". Aquí el profesor parece admitir que ser socio del club de las naciones coloniales no trae grandes ventajas en el sentido de préstamos desde el extranjero, pero pagar es la mejor medida para estar tranquilos. El argumento de fondo aquí es el temor a la represalia, y en cierto sentido es el mejor argumento para fundamentar el pago de la deuda externa, ya que ésta, más allá de las modernas palabras con que se denominan los siempre novedosos instrumentos financieros, no es más que un tributo impuesto a las naciones débiles por el poderío de los países imperiales.

A modo de conclusión

El diálogo del Dr. Heymann con Plan [h] nos muestra las graves falencias de las que adolecemos todos los profesionales formados por una universidad extraña a su país; y particularmente el rechazo a nuestra realidad ante la incapacidad de comprenderla con las anteojeras de doctrinas falsamente universalistas que nos llevan a poner en un lugar secundario el bienestar de nuestra sociedad ante la resolución de los problemas económicos. Por último, termina en la rendición incondicional ante las naciones centrales y sus formas de coacción. Todo lo cual nos muestra la necesidad de un cambio no sólo en la currícula, sino también del tipo de profesional idóneo para el dictado de las clases y la investigación. Poner los graves problemas económicos de nuestro país como punto de partida para toda teorización y debate es la forma en la que la universidad puede colaborar en revertir la dura situación en que hoy se encuentra nuestro pueblo. Ese único objetivo es el que empujó a escribir esta nota.

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